Este bello aroma a tierra mojada,
este sabor a piel húmeda,
ese recuerdo que se niega a morir
y ese olvido que se olvida de ser.
Esos besos tibios y acuosos
ese fragante olor a sexo
este invierno precipitado y sin
pretexto
caricias como aguaceros recios
Este huracán de dos cuerpos
este vendaval de gemidos y suspiros
un trémulo en sudor y rasguños
tormenta de amor y dolor de bienvenidos vaivenes
Hacen inevitable el recuerdo
de ser prójimo de la lluvia de hace un rato
del viento, de esa rafaga de tus manos
y amante de tus ojos y tu piel
de tu suspiros y de tu ser.
Sí, la calma ha llegado como una bestia salvaje
embotada después de devorar a su presa
sí, la calma en cama. Una intranquila calma.