Besar unos tímidos labios, bajo la brisa de un invierno tímido, sentir las
mejías tibias y las manos nerviosas... hacen que no quiera irme y volver a ese
pedacito de Edén, a ese momento de paraíso, a reflejarme en esos ojos de
incredulidad. No soy santo de devoción pero un milagro puede nacer de un tierno
beso.
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